PERIÓDICO IMPULSO

EDUCACIÓN REAL

Por Lic. Andrés Álvarez Frutos.

Acaba de haber un relevo en la Secretaría de Educación federal. Los diversos bandos en que se ha dividido nuestro país comentan este hecho según sus propios intereses, pero toca al lector u oyente formarse la mejor opinión que, por supuesto, considere verdadera. Ante tanta información y tendencias partidistas intentar tener un criterio objetivo es una tarea difícil. Y para el ciudadano común quizá su preocupación primordial está en otros campos como, por ejemplo, su salario, su familia, casa, etc. Así que puede llegar a la conclusión de que estas discusiones son meramente teóricas y propias de gente aficionada a la política.

No es así en otros países en donde la educación es una herramienta valiosa e imprescindible. Y hay que tener en cuenta que la educación no es solamente trasmisión de conocimientos, sino también de valores. Y son los valores junto con los conocimientos lo que va a defender a ese ser humano al enfrentar el mundo real. ¿A qué viene todo esto? Primero a resaltar la importancia de la educación y señalar el papel definitivo que tiene el maestro en la realización de todo lo proyectado en los programas educativos. Sin los maestros, los programas son letra muerta.

Se insiste en la teoría, pero en mi opinión, no se ha tomado la debida importancia del papel del maestro. El maestro es un ser humano común que necesita trabajar y requiere compensación material por ese esfuerzo. Se les capacita en teorías y en llenar formas infinitas de reportes, informes, etc. Al final quedan reducidos a meros instrumentos de planea teóricos que arrancan de una peculiar cosmovisión de algunos pensadores o educadores. En otras ciencias y saberes no se adoptan las teorías al cien por ciento ni se aplican como fórmulas mágicas. Tanto ingenieros como filósofos o artistas, absorben el material ajeno, pero lo pasan por su filtro personal y hasta entonces lo ponen a consideración de la comunidad.

Y por ello creo que en toda reforma o programación educativa deberían ser los maestros la voz principal. Ellos tienen el conocimiento, la formación y la experiencia y pueden depurar las teorías para que se vuelvan aplicables a nuestra realidad. Y en segundo lugar creo oportuno resaltar la principal característica que todo maestro valora: la libertad de cátedra. Los padres de familia deberían estar en contacto frecuente con su escuela y de esta tríada surgiría un nuevo universo educativo que necesariamente tendría una matriz teórica, pero ya filtrada y aplicable a nuestra realidad nacional.

Cualquiera puede ver que los seres humanos nacemos desiguales: nadie es idéntico a otro. Y cada uno está dotado de habilidades y capacidades diferentes. Esto es lo que enriquece a cualquier sociedad. Y este cultivo de la libertad lleva a que los seres humanos se sientan realizados. Así que la educación, lejos de aspirar a una uniformidad, carga sobre las espaldas de los maestros la enorme tarea de crear seres humanos. Y estos seres humanos plenos son el principal capital de cualquier país.