PERIÓDICO IMPULSO

ÉTICA EXTERNA E INTERNA

Por Lic. Andrés Álvarez Frutos
La ética se refiera ala conducta del ser humano. Esta conducta enfrenta cotidianamente
dilemas, dudas, incertidumbre y satisfacciones. El sentido de la ética es connatural al ser
humano. Desde la infancia es posible distinguir lo bueno de lo malo y se va generando la
capacidad de elegir libre y razonablemente. Al paso del tiempo el ser humano va
refinando estas capacidades y puede llegar a niveles éticos de altura. Hay personas que
no dudan en rescatar al que ven que se está ahogando aún a costa de su propia vida.
Otros se desprenden de su dinero con admirable facilidad para aliviar el sufrimiento ajeno.
Tales conductas suelen tomarse como ejemplo.
Los niños escuchan a sus padres y ´pestos les trasmiten sus valores éticos. El niño se da
cuenta que si los padres no hacen lo que le aconsejan, entonces el pretendido valor deja
de serlo. Es decir, las palabras deben ir acompañadas de acciones si es que queremos
que tengan el efecto deseado. Hay valores de todo tipo: sociales, religiosos, deportivos,
académicos, relativos a la salud, etc. Son fórmulas que han probado su eficacia en
mantener sano y equilibrado al ser humano. Lo convierten en un facto positivo en la vida
de la comunidad.
Cuando la persona alcanza la etapa de usar su propio criterio en todos sus asuntos y que
nuestras leyes indican sucede a los 18 años, entonces el ser humano puede celebrar
contratos, adquirir obligaciones y participar plenamente en la vida pública. Ya no puede
alegar que por ignorar normas y leyes, cometió un delito. Se le supone consciente y libre.
Y en consecuencia él o ella saben las consecuencias de sus acciones, aunque no las
perciban en su totalidad. Si además han tenido la oportunidad de educarse, habrá más
elementos que los canalicen por los caminos de una ética positiva.
En una etapa de desarrollo y descubrimiento ético las personas en autoridad acostumbran
usar la amenaza del castigo para promover una buena conducta. Se ofrecen premios o
castigos según sea el caso. El objetivo es que el niño forme su naciente criterio moral
evitando el castigo y buscando el premio. Poco después se señala a las figuras de
autoridad como el padre, el policía, el maestro como los encargados de tutelar la buena
conducta, so pena de recibir el castigo respectivo. A esta moral condicionada se le puede
llamar heterónoma, es decir, ética impuesta desde el exterior. Los pensadores no le dan
mucho mérito a las conductas basadas en esos procedimientos más propios de la infancia
o temprana juventud.
La ética autónoma es autoimpuesta: el ser penante se la impone por su propia cuenta. Él
o ella son capaces de distinguir el bien del mal y obrar de acuerdo a su consciencia y con
entera libertad. Este ser humano comprende los objetivos de la ley y de las normas
comunitarias y las obedece porque sabe que al final todas están diseñadas para
protegernos a todos. Por ejemplo, las disposiciones viales protegen a todos quienes
usamos las calles. No es necesario ver a un agente de tránsito para conducirse de
acuerdo a esas normas. Y de esta forma toda la comunidad gana pues los seres
racionales aceptan y se comportan de acuerdo con las normas.
Esta ética, -la autónoma- es el ideal de toda comunidad. Hay países en que las personas
pagan su boleto del transporte público sin que haya cobradores. En otros es posible
comprar cosas simplemente depositando el importe. No hay necesidad de inspectores ni de policías.

Y lo mismo sucede en los cruces peatonales: conductores y transeúntes se
comportan de acuerdo con la ley. Esto supone un gran ahorro de recursos y una vida más
armoniosa y segura. Si se difundiera más la ética autónoma y racional en lugar de la
heterónoma y condicionada, quizá habría menos delitos, menos presos y menos cárceles.
Esto sería un gran ahorro que se podría canalizar a la educación y al deporte, por
ejemplo.