La espera de un país es incluso mayor que la de su representante. Desde 1992 que México no tenía a un patinador en unos Juegos Olímpicos de Invierno. Ahora Donovan Carrillo se permite soñar, pero también se lo permite a la tierra que lo vio nacer y se dio cuenta que tenía a un representante histórico.
Donovan acepta que identificó al futbol como una de sus principales pasiones. Le gustaba ver los partidos y también practicarlo, aunque reconoce que nunca fue muy bueno y casi siempre pasaba la mayor parte del tiempo en la banca. Aquel gusto, quizás inducido por el contexto en el que vivía, le ayudó a darse cuenta de que su disciplina podía y tenía que ser otra.
Carrillo recuerda que siempre tuvo la facilidad de conectar con la música. Después, a los ocho años, llegó la oportunidad de comenzar a patinar y lo hizo, aunque el panorama nunca fue tan positivo, al menos para alguien que soñaba con poder llegar lejos en esa disciplina.
El abanderado de la delegación mexicana para estos Juegos Olímpicos recuerda el contexto bajo el cual comenzó a practicar. Una pista que no contaba con las medidas reglamentarias de unos Juegos Olímpicos, con gente alrededor como espectadores y con principiantes que patinaban y sin querer retrasaban su proceso.
Además, el éxito de Donovan es doble, luego de tener que soportar las críticas de propios y extraños. Una señal propia fue lo que logró mantenerlo en las pistas de hielo para que años más tarde pudiera hacer historia en un país que nunca tuvo el escenario ideal para que se diera cuenta de su verdadero talento.