PERIÓDICO IMPULSO

EL RUIDO Y LA GENTE

Por Lic. Andrés Álvarez Frutos.

La actividad física generalmente produce sonidos. El ruido es parte de la vida. La ciudad, entonces, si está viva estará llena de ruidos. Pero en esto, como en todo, hay límites que la ciencia va descubriendo poco a poco. La industrialización tomaba cualquier recurso natural indiscriminadamente y a nadie le parecía extraño. Quizá podía talar árboles, verter desechos en ríos o arroyos, tener máquinas contaminantes, excavar donde quisiera, etc. Al paso del tiempo y calculando que los estragos no justificaban los pretendidos beneficios, se fue imponiendo una reglamentación que incluye penalizaciones y hasta clausura.

Lo mismo parece estar ocurriendo con el ruido. Los inicios de la industrialización logran que los estruendos o ruidos extremos se toleren hasta niveles muy riesgosos. La ecoacústica nació apenas en 1960 en Canadá, pero se ha venido extendiendo y su objetivo es preservar la salud auditiva tanto del ser humano como de los animales. El ser humano tiene un rango auditivo en que escucha desde un 0 decibel (db) hasta 120. Más allá de ese límite empiezan los riesgos auditivos que pueden casar daños. Y alguien que pierde su capacidad auditiva, pierde un nexo de comunicación muy importante que lo puede aislar social y laboralmente y limitar sus oportunidades.

Así que debería ser un interés general que toda la comunidad se interese en este asunto. No solo en exigir volúmenes seguros de sonido, sino en colaborar para que así sea. Una conversación normal se conduce a unos 20 decibeles. El motor de una lavadora funciona a 40 decibeles. Un antro y su nivel normal de música está justamente en el límite: 120 decibeles. La sirena de una ambulancia o una patrulla están también en el límite. Las motocicletas urbanas vienen equipadas con silenciador en el escape y eso hace que circulen sin producir ruidos molestos. Los coches y camionetas vienen también con sus mofles o silenciadores. Hay vehículos grandes que, por el tamaño de sus motores, están también en el extremo, ¡pero eso no impide que deban estar dentro del rango auditivo seguro…o debían estar!

Ahora, pensando en nuestras calles y sus habitantes, sería interesante pensar en aplicar el reglamento correspondiente sobre la intensidad permitida de los diferentes ruidos. Una moto de pista o montaña circulando en la zona urbana debe mantenerse dentro del nivel permitido. Una moto o vehículo sin silenciador debe ser sancionada. Circular con un sonido a nivel excesivo debe ser algo prohibido y sancionado. Y todo esto ¿por qué? Porque las calles tienen casas a los lados y en las casas viven ciudadanos con derechos. Y un derecho básico es vivir sin ruidos peligrosos. Si no tenemos un reglamento municipal que norme este aspecto, sería interesante que todos pudiéramos dar nuestra opinión al respecto y cotejarla con expertos en la materia.

Así como unas calles limpias y ordenadas reflejan una ciudadanía que se aprecia y quiere vivir bien, creo que lo mismo puede aplicar en el asunto de los ruidos. Todos nos beneficiamos cuando nos ajustamos a las leyes que deben velar por nuestro bienestar.