PERIÓDICO IMPULSO

ESFUERZO EDUCATIVO

Por Lic. Andrés Álvarez Frutos

Hace unos días leí en El Universal, diario nacional, que de cien alumnos de primaria solo 26 logran graduarse como universitarios. Suele decirse que el título no significa nada si no está acompañado por una mejora notoria en la personalidad. Y esta mejora se refiere, naturalmente, a un mejor desempeño en todas las áreas de la actividad humana. Eso es lo que hace la verdadera educación: nos lleva a conocer, comprender y apreciar el valor del sistema social y las normas sociales.

Es muy distinto dejarse llevar por las opiniones generales porque no hay forma de distinguirlas de otras a tener la capacidad de comprender la sociedad en donde vives. Si comprendes tu sociedad, tu participación en ella será valiosa y con ello tu autoestima crece y eso, a su vez, aumenta tu rendimiento como parte de la comunidad. Es decir, todos ganamos cuando los integrantes del grupo suben de calidad. Y subir de calidad depende básicamente del propio esfuerzo. Pero este esfuerzo solo se da cuando hay ambición y deseo de crecer. Y esta visión no surge espontáneamente, es producto del autoexamen, de verse con ojos de curiosidad y conocer nuestro potencial y hacia dónde nos pueden llevar esas capacidades que descubrimos.

Nadie está condenado a la mediocridad, a vivir sin reflexión y quienes así viven se pierden la parte más importante de ser humanos: cultivar la inteligencia, la ética y la estética. Es decir, pensar en nuestro ser y la razón de porqué estamos vivos; vivir una vida satisfactoria porque somos parte activa y positiva de la sociedad gracias a nuestra conducta; y finalmente tener la capacidad y el gusto de disfrutar el arte: la literatura, la música, escultura, pintura, etc. Con estas tres condiciones el ser humano tiene lo básico para vivir una vida humana, realmente humana y no solo biológica.

Hacia allá apunta toda verdadera educación: realizar las capacidades del ser humano. Y es esto también lo que todo padre de familia desea para sus hijos: una vida plena. Así que el primer requisito es ver hacia mi interior y descubrir hacia dónde quiero ir o llegar. Todos, creo yo, anhelamos una vida que nos satisfaga y que aporte a nuestra comunidad porque queremos que nuestros hijos sientan orgullo de llevar el apellido. Y unas comunidades, como las que forman nuestra zona metropolitana, todavía pueden dinamizar la educación académica y añadirle las características cívicas que nos harían vivir mucho mejor aún.

Por ejemplo, hasta ahora es natural que los vehículos tengan preferencia de paso en todas nuestras calles. Esto es algo sin importancia cuando eres joven pues hay agilidad, buena vista, excelente oído y rapidez de reflejos. Pero nuestra población no está formada solo por jóvenes diestros en esquivar motos y demás vehículos. ¿Sería posible empezar una mejora cívica iniciando una campaña para que los cruces viales sean seguros para todas las personas? Hasta hora solo son seguros cuando hay un agente de Tránsito, como en Presidencia, pero del resto cada quien está librado a sus propias habilidades.

Y como este punto hay muchos otros que nos harían ir escalando hacia una convivencia plenamente humana y civilizada en nuestro entorno. Pueden ustedes enviar a Impulso sus sugerencias para ir mejorando nuestra convivencia. Sería una muy buena manera de involucrarnos en el esfuerzo por expresar nuestra opinión dirigida a vivir mucho mejor. Y creo que la opinión de cada uno vale tanto cuanto ayuda a que todos vivamos mejor.