Por Lic. Andrés Álvarez Frutos
En nuestra realidad tan colorida, festiva y gráficamente bella, hay asuntos de los que se prefiere no hablar. Se consideran desagradables o de mal gusto o que son temas que amargan el momento. Es cierto. Hay temas que nos recuerdan dimensiones humanas que hablan de nuestra finitud, de nuestro ser expuesto a contingencias y continuamente atravesado por el tiempo y lo que eso significa. Se puede hablar de pobreza, por ejemplo, como algo lejano e indeseable, pero en realidad es una presencia que se puede materializar en cualquier momento.
Otro tópico es la depresión que popularmente tiene mala imagen junto con sus gemelas: la tristeza y amargura. Forman parte del panorama, de la herencia humana, pero se prefiere no mencionarlas o hacerlo de pasada como una etapa fácilmente superable. De hecho, hay muchos analistas en línea que ofrecen terapias gratuitas que milagrosamente sacan a las personas de la oscuridad de la depresión.
Otro tema puede ser la discapacidad o alguna forma de limitación física o psicológica. También florecen en abundancia los terapeutas que ofrecen alivios casi inmediatos. En fin, todo aquello que surge de la limitación física del ser humano es considerado un tema que, si se menciona, hay que hacerlo superficialmente y con el debido cuidado para no herir sensibilidades.
La realidad “real” incluye dolor, enfermedad, confusión, tristeza, lágrimas…etc. Es parte de nuestra humanidad y de sabernos transitorios. No somos absolutos ni tenemos dominio total sobre el universo o nuestro cuerpo. La medicina avanza con asombrosa rapidez y eficacia. Y lo mismo sucede con los tratamientos psicológicos: cada vez se encuentran mejores herramientas para salir de esos padecimientos. Las prótesis, la lucha contra el cáncer, el combate a las enfermedades como diabetes, cardiopatías, etc. ganan cada día más terreno y son más las personas que vencen esas limitaciones.
Enfermedad etimológicamente significa perder firmeza y es que efectivamente la salud es fuerza, potencia y miles de posibilidades reales. La enfermedad debilita o hasta rompe esa fortaleza. Caer en depresión por estar enfermo es natural hasta cierto punto pero todos los médicos aconsejan no perder el ánimo ni la esperanza en estas circunstancias pues con ello se ayuda al organismo a pelear la enfermedad. Y sabemos que el cuerpo humano es perfecto y tiene reservas y muchas formas de oponerse a la invasión de la enfermedad. Si se pierde al ánimo, la enfermedad avanza con rapidez.
Por otro lado, caer enfermo no es una manera de pagar alguna deuda moral, aluna falta. Hay personas socialmente positivas y valiosas que, sin embargo, padecen enfermedades dolorosas y terminales. Y hay delincuentes que gozan de completa salud y salen ilesos de peligros. El sentido y propósito de la enfermedad francamente lo considero misterioso y quizá en algún momento o dimensión se aclaren los motivos. Por lo pronto, y desde este mundo, la enfermedad es otro suceso misterioso que si lo aceptamos le recortamos su capacidad dañina.
Y enfermarse es parte esencial de nuestra humanidad. De hecho, hay personas dedicadas a aliviar el sufrimiento que produce la enfermedad. Enfermeros, enfermeras, doctores, familiares, amigos, conocidos, oficinistas de hospitales, y todo un universo de bondad y amor que sufren con el enfermo, se inclinan ante él y tienen su mano. La enfermedad no se deseable pero ciertamente es inevitable y llega tarde o temprano. Es nuestro destino como humanidad: dar paso a las siguientes generaciones y tratar de heredar un mundo mejor que el que encontramos. La enfermedad es indeseable, pero podemos quitarle su fuerza si no perdemos la serenidad por más difícil que esto parezca.
Y en este terreno he encontrado médicos que aconsejan lo siguiente: hable francamente de su enfermedad y comuníquela a sus amigos y familiares. Pídales a todos ellos que se unan en y pidan por su sanación. Es bueno hacerlo en forma de oración y si no es posible, al menos unir los corazones en el deseo de salud por la persona que queremos.