PERIÓDICO IMPULSO

PASMO UNIVERSAL

Por Lic. Andrés Álvarez Frutos

El 7 de mayo de 1824, en Viena, tuvo lugar un evento que desde ese mismo momento conmocionó a quienes tuvieron la fortuna de ser los primeros seres humanos en escuchar la ejecución de la Novena Sinfonía de Beethoven. Con el paso del tiempo solo ha ido ganando adeptos pues es una música que desafía los calificativos. S le ha descrito como obra cumbre y es patrimonio universal. Desde 1983 es el himno de la Unión Europea. En su momento esta sinfonía fue una especie de proclamación del movimiento llamado Romanticismo. Este movimiento tuvo repercusiones en todas las artes que, por supuesto, están conectadas a una cosmovisión, a una filosofía.

El Racionalismo se enfocó en la parte racional del ser humano y exaltó tanto esta característica que dejó en el olvido las otras propiedades o facultades del ser humano. Como reacción a este olvido, poetas, músicos, literatos, pintores y filósofos insistieron en la parte humana que manifiesta los sentimientos. Un área en donde la razón pierde su hegemonía, Pascal dijo: “el corazón tiene sus razones que el intelecto no entiende”. Con esto se pretende reafirmar el papel protagónico de los sentimientos. Beethoven leyó al poeta Schiller y quedó impresionado por su obra “Oda a la Alegría”.

Pensó en ponerle música, pero en ese momento todo quedó en proyecto. Cuando le encargaron a Beethoven una sinfonía en 1817 pensó en ese proyecto, pero tardó seis años en concretarlo. Y esa fue su revolución: transformó la estructura clásica de la sinfonía, compuso música impactante, grandiosa y agregó al final cantantes solistas y un coro. Y el texto base de esa maravillosa interpretación coral fue, finalmente, el texto de Schiller. Tuvo alguna leve modificación al inicio, pero el cuerpo siguió intacto.

Los cuatro movimientos de esta sinfonía son considerados una obra maestra de forma unánime, pero inevitablemente han quedado en segundo término al considerar la magnificencia de la parte final, la coral. El texto le gustó a Beethoven porque enfatiza la fraternidad universal. En alemán todo está sincronizado, música y texto, porque es el idioma en que se compuso la sinfonía, pero es posible seguirla con subtítulos en español e inglés. La sensación y el peso del mensaje llegan a pesar de la barrera lingüística.

Esta vez quisiera recomendarles que se tomen unos 70 minutos y los dediquen a disfrutar una de las mejores obras del talento humano. La sinfonía dura 65 minutos y la versión de la orquesta sinfónica de Chicago, dirigida por Riccardo Mutti, es toda una experiencia hasta visualmente hablando. Pueden encontrarla en Youtube y, de ser posible, usen audífonos. Estoy seguro que será una experiencia inolvidable y bella. Esta sinfonía enfatiza lo que actualmente no valoramos lo suficiente: la básica fraternidad humana. Y con la fraternidad viene la solidaridad, la amistad, la confianza, el afecto y la colaboración para trabajar juntos.