PERIÓDICO IMPULSO

EDITORIAL EMPRESA COMÚN

Hace un tiempo tuve la grata experiencia de recibir visitas familiares de Guadalajara. Días antes me habían telefoneado para cancelar la visita porque los medios resaltaron el clima violento en nuestra región. Como se suele decir en el medio periodístico, “la sangre vende” y algunos medios destacan estos lamentables hechos. Éstos son noticia y hay que reportarlos, pero aún no se encuentra la mejo9r forma de hacerlo de manera que no lesionen la convivencia ciudadana.

Por lo pronto quiero poner a consideración de los lectores el desarrollo de este episodio porque lo considero aleccionador. Mis familiares tenían muchas ganas de conocer esta región, pero las noticias los alarmaron. Como medida extrema les propusimos pasar por ellos a Guadalajara y se hospedaran con nosotros. Aceptaron gustosos e hicimos un viaje sin sobresaltos al tiempo que saboreamos algunos platillos en el camino, disfrutamos la buena música y el paisaje y gozamos con las anécdotas familiares.

Una vez en nuestra casa, acomodaron su espacio y en los días siguientes salimos a recorrer los alrededores de nuestros municipios, las zonas céntricas y paladeamos la comida regional. Les encantaron las campechanas, las “vaquitas”, los uchepos, los tamales, las carnitas, las tortillas “de prensa”, los quesos,… y se quedaron asombrados por la abrumadora cantidad de motos que circulan tan velozmente en nuestras ciudades.

Tomaron fotos, me pidieron libros de historia, conocieron a nuevos miembros de la familia, caminaros los jardines céntricos, les encantó la atención en los restaurantes que visitamos, se maravillaron del nivel de actividad en las calles y de los coloridos locales que venden ropa de todas formas, texturas y colores. Les mereció una mención especial los cubiertos y calabaza en tacha y, de hecho, se llevaron una buena provisión para compartirla con sus familiares y amigos tapatíos.

El asombro mayor fue -lo adivinaron- la ropa. Su calidad, diseño, colorido y texturas. Tanto él como ella llenaron bolsas con sus adquisiciones. Nos reportan que siguen sorprendidos con todo lo que vieron y que muy pronto estarán de nuevo entre nosotros.

Lo que deduzco de este episodio es que los medios de comunicación cumplen con su misión de informar, pero a veces hace falta ubicar el contexto para minimizar el daño. Por otro lado, también concluyo que cada uno de nosotros podemos hacer algo positivo para que nuestra región reciba más y más visitantes. Todos sabemos lo que eso significa para nuestra economía local en la cual todos estamos de alguna forma inmersos. Quejarse de la situación se normal y es una reacción comprensible, pero creo que debemos visualizar de otra forma, más novedosa, nuestra identidad como ciudadanos de esta zona. Tenemos mucho que ofrecer tanto en ropa como en todo lo demás que conforma una ciudad amigable con los visitantes.

Hay todavía algunas cosas adicionales que podrían comentarse, pero esta es la parte central de la historia que quise compartir con ustedes, lectores de Impulso. Ojalá compartan experiencias semejantes que nos enriquecerían a todos.